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La adolescencia de Oscar transcurrió encerrado en los vetustos colegios y con los libros de las bibliotecas como más preciados compañeros. Pero un día todo eso cambió: en lo más alto de una estantería descubrió un libro de cultura griega. En una de las láminas del libro yacía el dibujo de la estatua de un dios griego, una estatua tan hermosa que quedó prendida en su recuerdo. Así que, en secreto, desprendió la lámina y se la guardó en el bolsillo. Desde entonces, su mayor deseo fue buscar aquella estatua: viajó a Grecia, a París y a Roma, pero en ningún sitio pudo encontrarla, y la lámina se fue haciendo vieja y perdiendo color, hasta que sólo podía adivinarse la suave fracción de un codo marmóreo.
Ya de vuelta en Londres una tarde, jugando con las pinturas de su madre, contempló la irisada mezcla entre sus dedos, y descubrió que podía expresar todo aquello que se le había negado. A través de la mixtura de colores se sintió más cerca del arte que en ninguna otra manera. Así que probó la pintura poética. Y aunque su madre no dejaba de alabar sus lienzos y mimar sus ocurrencias, Oscar no estaba del todo satisfecho. Y vino a su mente la estatua. Y las hadas lo tocaron la frente...

Una tarde de verano conoció a una pequeña y encantadora sirena de cristal, de la que quedó gratamente prendado y con la que se casó un año después. Como fruto de su amor nacieron dos bellos peces de mil colores, que Oscar mimaba con infinita ternura, y para los que hubo de buscar un hermoso estanque. Así que compró una bella casa, adorable y exótica, cuyo jardín trasero poseía una fuente de agua cantarina. Durante el día los pequeños se entretenían con las melodías del agua y la penetrante voz de su madre al cepillar su cabello al sol. Y por la noche su padre, cuando llegaba a casa, les contaba historias. Y según salían de

Así, según los cuentos crecían, el jardín iba quedando más despejado y descubría secretos antes ocultos. Un banco de mármol en una de las esquinas, un delicioso cenador en la opuesta, cinco figuras de ángeles en el suelo bajo la fuente... y estas nuevas presencias no hacían más que estimular la imaginación de Oscar, como un niño que desenvuelve regalos sin parar. Su público en la calle era cada vez más numeroso, e incluso alguna gente se decoraba ya la cara con pequeñas plumas, lunares o pícaros faunos. Y a la noche le aguardaban los ojillos brillantes de sus criaturas, hambrientos de fantasía. Lentamente, el jardín se había convertido en un lugar abierto desde el que contemplar las estrellas mientras relataba sus cuentos y los dejaba reposar entre las hojas de papel y las hojas de hierba.
Cuando los cuentos le llegaban ya a la rodilla, deshojando el jardín había descubierto una diminuta cancela que llevaba a un lugar oscuro y secreto, del que nadie le había hablado al venderle la casa. Así que una mañana en que los pequeños dormían y su esposa estaba de visita con los tritones del norte, presionó el pequeño pestillo y entró en el rincón oscuro. Las vallas estaban cubiertas por plantas trepadoras que no dejaban penetrar más que una débil luz, y en el centro crecía el árbol más extraño que hubiera visto jamás. Sus ramas de hojas oscuras caían y se enterraban en el suelo, pero entre ellas surgía un brazo, un brazo familiar. Lentamente y con el corazón en un puño, rasgándose la pintada piel con las espinas, azotándose al agitar los tallos, cegándose con el sudor y la sangre, y despellejándose la carne, arrancó las ramas del árbol. Y allí, muda, fría y altiva estaba la estatua. SU estatua. La mañana se hizo absoluta y se arrodilló a sus pies.

Una desgraciada tarde, en la que Oscar se había pintado de amarillo y exhibía un encarnado corazón roto en el pecho, ocurrió una terrible desgracia. El cielo se llenó de nubes repletas de cólera, y descargaron sobre su carne herida agua furiosa. Y ¡oh!, la pintura se fue escurriendo de la piel de Oscar, y sus vendas se despegaron. Y cuando las damas y los caballeros levantaron sus miradas de los paraguas y los abrigos que habían abierto con premura, sólo pudieron ver a un hombre tembloroso y sangrante, subido en un baúl destartalado, y completamente desnudo. El escándalo recorrió las calles, todos reclamaban su cabeza en pos del buen gusto, y se preguntaban dónde estaba el Óscar que ellos conocían. Él trató de decirles que era él mismo, les mostró las flores y las pinturas, pero ellos no lo creyeron. Fueron a su casa llevándolo en volandas, derribaron la puerta, desmantelaron las estanterías, reventaron la verja del jardín. Alguien descubrió la pequeña cancela, y corrió hacia la estatua.
Oscar así, fue declarado “no útil” por las Autoridades, ya que se había descubierto que no era un hombre multicolor, por lo tanto, nada notable. Lo llamaron farsante, estafador, y lo

A Oscar sólo le había dado tiempo de coger un abrigo cuando se lo llevaron en tromba de su casa, un abrigo marrón muy viejo que solía usar cuando era más joven, pero que ahora le quedaba aún más grande, pues el Vacío exterior encoge. Pero el abrigo no le sirvió de mucho, ya que bajo él estaba desnudo y empapado, así que el frío lo visitó un día y le hundió su dedo esquelético en el corazón. El tiempo pasó, edades y edades, sin que nadie se apercibiera de él. Su esposa fue a visitarle una vez, y le contó que a sus pequeños se les habían caído las escamas de color y ahora eran simplemente plateados, y que se marchaban a través del río a vivir en el mar de oriente, con sus padres. Le entregó la llave de la casa. Desde entonces, vagó solo y helado durante tiempos inmemoriales.
Cierto día, una mano grande y fuerte surgió del vacío, lo tomó y lo arrojó en la tierra de nuevo. Oscar buscó refugio en las casas de sus antiguos amigos, pero éstos se limitaron a mirar por la ventana y echar el cerrojo. Rebuscando en sus bolsillos encontró los restos de la lámina de la estatua. Preguntó a la gente pero ésta parecía no comprenderle, les enseñó la lámina y lo ignoraron. Durante varios días vagó por las calles, bebiendo de las fuentes y comiendo de los árboles del pan que crecen en el parque del centro de la ciudad. Al fin encontró una puerta familiar, probó con la llave y abrió. Estaba de nuevo en casa.

A patadas liberó el agua de la fuente, a patadas destrozó el banco y el cenador, y a patadas también reventó la pequeña cancela. La cólera lo dominaba. Entró en el jardín oculto y descubrió que el musgo y los líquenes habían hecho presa de su pedazo de olvido. Pero la estatua seguía allí, inmaculada y pulida, brillante y despiadada. Tan hermosa. Se vio incapaz de hacer cualquier cosa que no desprendiese amor.
- Ya que yo te amé y tú me ignoraste, así en piedra se convertirá mi corazón, para que nunca más suceda -. Y se tendió a los pies de la estatua, y lentamente, el toque helado del frío lo convirtió en piedra.
Lo que sus ojos ya no pudieron ver fue que, al mismo tiempo en que se volvía gris y duro, la estatua cobraba vida lentamente, desde los pies hasta el cabello. Oscar cerró los ojos por última vez, mientras la estatua inhalaba su primera bocanada de aire.
Lo que sus ojos ya no pudieron ver fue que, al mismo tiempo en que se volvía gris y duro, la estatua cobraba vida lentamente, desde los pies hasta el cabello. Oscar cerró los ojos por última vez, mientras la estatua inhalaba su primera bocanada de aire.
Cielo santo... en serio me has dejado sin palabras, total y absolutamente muda. Me llamó la atención en primer lugar, el título "la importancia de llamarse cuento" es precioso! no, es más que precioso! es una ocurrencia que no sé como definir ¡en serio! siempre me encantó el magnifico juego de palabras de "The importance of being earnest" (de hecho escribi un fic de Harry potter titulado "The importance of being Prongs" xDxD asi como publicidad y tal xD) pero tú lo has elevado a una preciosidad que... no sé como decirlo. Pero define a la perfección a Wilde.
ResponderEliminarEn cuanto a su biografía... me has dejado patidifusa, en serio, esta es la prueba de que eres una escritora como la copa de un pino! no de fics o historias, sino en general, escribes de puta madre sea lo que sea... porque imprimes tu toque personal y ese toque es delicioso! porq escribes con un mimo y un cuidado y una delicadeza que... woao! es que te dan ganas de coger el escrito con la punta de los dedos porque temes que se vaya a romper en cualquier momento. Porque no te limitas a contar una serie de datos biograficos sobre un hombre que nació, vivió y murió por y para la escritura sino que te pones en su lugar, en su mundo y lo elevas todo a la categoría de cuento.. y lo narras como si fuera así, todo lleno de metáforas y otras figuras que tienes que conocer su vida para comprender a qué se refiere...
Perdona que me haya quedado tan confuso, pero es que sinceramente NO SE que puedo decir acerca de esto salvo que es una preciosidad, es onírico y dulce e inspirador y es, te lo digo en serio, digno de admiración. Seguro que la profe te puso un puto 10 (a no ser que sea TONTA y no sepa apreciar el arte, que todo puede ser). Muchas gracias por publicarlo porq me has alegrado el dia con eta maravilla ^^. me dejaras que haga una entrada en el livejournal para poner esto?? (por supuesto con sus derechos de propiedad y todo eso xD).
Venga, cuidate y animo con tus examens y todo ^^.
Bsazos!
Deraka.
Ayy, Deraka querida ^_^
ResponderEliminarque me subes la moral, chiquilla, cada vez que me lees algo! Resulta que el trabajo iba sobre los cuentos de Wilde (creo que sobre tres de ellos), por eso el trabajo se llamó "La importancia de llamarse Cuento". En él analizaba la forma "cuento", sus características, necesidades y efectos, y por qué Wilde eligió el método de los cuentos para expresar lo que puso en los suyos. también hablé de los scoop.
Claro que puedes ponerlo en el livejournal, estaría halagadísima ^_^
Muchos besos y suerte con tus exámenes también!
'3' besitos de pez, Nini!
ResponderEliminar!!!!!!! Es increíble. Una vez más, me has dejado anonadada. Lo único que puedo decir esta vez, pues no encuentro más palabras, es que esto es arte. Y como te dije en algún lugar, alguna vez: ocuparás un lugar de honor en mis estanterías atestadas de libros, porque eres grande.
ResponderEliminarSilmaril