Era un ejercicio sobre la descripción de un indivíduo para la clase de Literatura Norteamericana del Siglo XX. Me sorprende la cantidad de cosas extrañas que salen de la pluma cuando se llevan unas cuatro horas escribiendo y creando sin parar. Tardes intensivas de exprimidor literario, eso eran los jueves y viernes de hace dos años. este texto lo escribí en una parada de bus, dedicado a un desconocido que se tomó la molestia de inspirar el aire de la helada bajo una farola.
Me recuerda las tareas que aún tengo que hacer para ComLit...

yo miro y me sonrío, y las tripas me bailan. me siento mutilada en las entrañas por tal visión, el estómago se me vuelve y me mareo. continúo mirando con las yemas temblorosas, con las ganas empujando para salir, con las cadenas que tintinean clavadas en la carne y los labios latiendo como fubu recién pescado. el recuerdo de su voz reverbera en mí, como en las oscuras lagunas donde se arrastran los peces de mi consciencia. su voz despierta mis sapos y espanta a las mariposas, que chocan contra los párpados, haciendo vibrar sus alas de cristal.
y la noche se extiende entre nosotros, sublime, profunda. traza sus sombras enredando las nuestras . surgen vacíos en los bolsillos, los guantes, las cuencas oculares. da el primer paso y se aleja, con sus dedos estremecidos, sus ronroneos, su sueño entre blancuras...
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