... y ya van veinte. Este es especial, al ser tan redondo. Al haberse visto hace poco tu rostro en las pantallas polvorientas de un cine que te miraba con recelo, con algo de desconfianza, con ojos gratuítos y con bocas torcidas. Guiñabas los ojos desde el allá, fraccionado, abortado, reprimido, inacabado. Pero tú, al fin y al cabo y, con esa sombra, los corazones daban un salto.
Saldrás de nuevo en los papeles. Malogrado, adicto, mentiroso, fraude, sobrevalorado. Ya se hace, ya lo he visto. A los quince, a los diez, volverá a estos veinte. Lo que olvidan es la Verdad en cada plano, la Verdad en cada frase, la Verdad en cada gesto. Esa Verdad que pocos nos han dejado ver desde entonces.
Mientras tanto, respiramos. Algunos incluso a veces pensamos que estamos vivos. Aunque nuestra carne no lata cuando ponemos sellos en los papeles, tapones en los frascos, líneas en los planos, letras en la pantalla.
Pues es Vida, y Verdad, lo que aún nos ofreces. Lo que aún me ofreces. Lo que busco a veces recurriendo de nuevo a las ajadas imágenes y los caducos colores. Es Arte. Es Luz. Es Alma.
Te recuerdo de nuevo hoy, como hice cada vez, como haré cada año.
Duerme, niño, que el aleteo de las pestañas de los que lloran en silencio no perturbe tu sueño.
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