Como cada 31 de octubre, apareces por un momento y después te marchas. Con los bolsillos vacíos, con los ojos vueltos. Con la cabeza rota y el corazón entero. Mientras las verdades sigan brillando, como ascuas en una hoguera, tu silueta nunca conocerá la oscuridad absoluta.
Danza para mí, alma silente. Mueve tus brazos, trenza tus pies y articula palabras suspendidas en el aire como burbujas de plata. Dibuja en el viento, espectro, proyecta tu sombra para que seamos más conscientes de la luz.
Y después duerme, duerme y sueña. Sueña que existimos y, quizá, así podamos escuchar tu voz, durante un segundo que se prolongue una era.
Y después duerme, duerme y sueña. Sueña que existimos y, quizá, así podamos escuchar tu voz, durante un segundo que se prolongue una era.
Danza para mí, duende, niño, demonio, espíritu. Y susúrrame al oído mientras el mundo arde.
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