Posted by Findûriel in | 22.8.09 7 comments
Mañana me voy de veraneo. Vaya, hace como cuatro años que no lo hago. Particularmente duros fueron el verano anterior y el de 2007, veranos en los que me vi encerrada entre las iglesitas y las casetas, mi casa y el transporte público. No tenía tiempo para nada más que llegar por la noche, después del curro y de haberle dado una vueltecita a la casa, haberme duchado, haber estudiado y haber dejado los enseres de lo-que-fuera estaba haciendo para hablar un poco por el WOW con mis compañeros de hermandad y el Hombre de la Isla...


Así que mañana vuelvo de veraneo. A la ciudad donde he pasado muchos: Gijón. En estos tiempos de crisis, se me lleva la familia del modo más humilde y precario que podemos, pero siempre con una sonrisa.

Muchos son los lazos que me unen con la verde Asturias, y muchos los lazos que me unen también con Gijón. Una ciudad nueva a mis ojos de urbanita medieval, pero que bajo algunos rincones se revela como un sitio antiguo a su vez. Una ciudad que siempre me ha parecido joven, o más que joven, adolescente. Con la cara lavadita por el Cantábrico que bulle y canta, limpio y azul, en su costa; pero siempre protegida por sus colinas en los alrededores. Una ciudad con perlas de mundo romano o visigodo, y con los rubíes del modernismo o los edificios de principios de siglo. Gijón es una ciudad que se ríe. No que sonríe, que se ríe, con sus dientes blancos y pulidos por el mar. Una ciudad que tiene la risa de un niño que ha visto cómo el viento le eleva la cometa más allá del Elogio del Horizonte.


Me he encontrado muchas veces con ella, a solas, y siempre me ha gustado lo que me cuenta. En sus edificios abandonados y desconchados o en los nuevos y desafiantes, brillantes en acero. En el jolgorio de las tabernas o el silencio de las noches cerradas. En el batir violento de las olas en la Playa de San Lorenzo o el reposo en la playa de Poniente. En la desnudez de sus paseos o su plaza, o la frondosidad del Parque de Isabel la Católica. En la simpatía de sus gentes o en el callar de sus callejas. Es un teatro, en el que quien actúa son los espectadores, al ritmo de la música del escenario, que es el movimiento del mar.

Siempre me tranquiliza, la bella Gijón. Y aunque he ido tantas, tantas veces, sé que me quedan muchas cosas por descubrir. Porque una ciudad que lo mismo te monta una señora Semana Negra que un EuroYeyé, como un Festival de Cine (de serie A) o un Peor Imposible (de serie Z), merece ser preguntada, inquirida, escuchada y disfrutada.


Os llevaría a todos, de veras. Si os dais un paseíto u os dejáis caer, avisadme, que nos tomamos un culín en la Fiesta de la Sidra, donde todos los años, menos esos malditos ausentes, he batido con miles el récord del mundo de tirada de sidra. Quizá os enseñe mi tienda favorita, el estudio donde me tatué años ha, o las calles por las que he gritado en fiestas. Quizá subamos a lo alto de Cimadevilla para que nos arrastre el aire, a tumbarnos en laderas casi verticales donde el mar esté a nuestros pies. O quizá simplemente nos apetezca sentarnos en El Muro, o en el bar este tan chulo donde nos sirve el argentino, y que tiene revistas de música de las buenas y música de la mejor.


Veníos. Yo ya os llevo conmigo.

Findûriel, que NECESITA mar.

Posted by Findûriel in , , | 7.8.09 9 comments
El fin de semana pasado viví mi primer Moros y Cristianos, en un pueblo del que os hablé cuando mis primeras crónicas mallorquinas, Pollença.

Invitada por una pollençí de postín, Aina, nos pusimos en camino maese Telchar y yo. Primero estuvimos en su casita (qué pasada de casita, señores) jugando a un juego de tablero llamado 'Senji', ambientado en las Sengoku Jirai, y al que nos ganó honorablemente Biel.

Después nos fuimos a comer a un restaurante chino... a ponernos hasta las trancas, dicho sea de paso. El restaurante era una pasada porque estábamos sentados en un balcón que daba directamente al Port de Pollença, y se llegaba al mar con un simple lanzamiento de pan chino xD

Y luego ya pusimos rumbo a Pollença para ver los actos de sus Moros y Cristianos.

La isla de Mallorca tuvo unas cuantas escaramuzas como estas, incursiones de piratas donde los musulmanes lograban penetrar en la isla para ser repelidos por los pagèses. Conozco dos fiestas de este tipo, las de Sóller y las de Pollença, aunque las de Sóller aún no las he visto. Como suele pasar, ambos pueblos discuten sobre cuáles son las mejores, sin llegar a ningún entendimiento concreto.

El ataque a Pollença fue nocturno, por lo cual, los participantes que representan a los cristianos van vestidos con lo que podríamos llamar 'el pijama de la época'. Y es impresionante el nivel de implicación que el pueblo demuestra, caracterizándose prácticamente todos los habitantes, e incluso con camisones y camisas antiguos. Aina no iba a ser menos, ni su madre, ni su tía. Normalmente son fiestas reservadas a los habitantes, si no eres de Pollença (no has nacido allí, o vives allí, o eres hijo de un pollençí) no te puedes vestir, y si te descubren en esa 'traición' puedes acabar más que escaldado. Pero eso pasa en todos los pueblos de España, doy fe de que la 'tradición' de echar al de fuera al pilón existe por todos lados.

Las mujeres no combatieron, por lo cual, se pasean contemplando las diferentes confrontaciones, o animan desde las ventanas y terrazas. Algunas, si andan despistadas, pueden ser víctimas de un acoso por parte de los lascivos moros, que las llenan de pintura de sus caras y cuerpos y tratan de rasgarles los camisones.

Los hombres portan las 'armas' que pudieron encontrar a esas horas de la noche y con esa prisa por la invasión: las trancas de las puertas (algunas gigantescas), horcas de los pajares o incluso los remos de los pollençíes del puerto. Luego, el ayuntamiento les dio espadas, evento que también se recrea, dotando de espadas de madera a los cristianos hechas del pí de Ternelles (del que os hablé en mi post antiguo)

Hablar de los 'moros' es otro cantar. Van vestidos con chalecos brocados, con muchos collares y turbantes, y embadurnados en pintura, aceite y mucho, mucho mesclat (licor que se elabora en las casas mezclando otro licor llamado 'palo' con anís seco) que les convierte en masas coloristas, enfurecidas y pringosas.

Los dos protagonistas principales de la fiesta son Joan Mas, quien dio la voz de alarma, y el líder de los musulmanes Dragut. Cada año se hacen unas elecciones para seleccionar a los dos jóvenes que darán vida a estos dos líderes, sin duda las personas más importantes de esta recreación. Joan Mas llevará la camisa de dormir, y será el encargado de pronunciar el grito de alarma que despertará a los pagèses y los llamará a las armas. Dragut lleva una réplica en telas nobles del traje que luce su estatua en Turquía, donde es, lógicamente, un personaje histórico muy reconocido.

Lo primero que presenciamos fue la salida de los moros desde la puerta del ayuntamiento, donde estaba su banda de música. En un principio, los cristianos pueden estar 'vestidos' desde por la mañana, pero los moros tienen que irse vistiendo y agregando al paso de la banda de música mora. Hace tiempo, eran los militares de la base cercana los que componían esta banda y muchos de los personajes moros, e incluso se pagaba al que se vistiera de invasor, porque todo el mundo quería ser cristiano. Hoy en día pasa al revés: mucha más gente quiere ser mora que cristiana, por la juerga que se traen xD

Bajamos corriendo a una de las curvas de las intrincadas calles de Pollença para ver la primera carga mora. Vinieron hacia nosotros montando un gran jolgorio pero andando. Cuando alcanzaron el nivel de la curva donde estábamos parados se convirtieron en una auténtica horda: gritando, cargado, empujando, aullando calle arriba, enmedio de un tumulto de colores, brillos y espadas de madera.

Después vimos el primer enfrentamiento. Bueno, lo intuímos, porque la plaza de la Almoina es pequeñita y había demasiada gente y demasiado ruido. Pero se veían las trancas y los alfanjes de madera, y escuchamos los vítores del público asistente en calles, balcones y ventanas.

La parte siguiente fue espectacular. Nos adentramos por calles secundarias a la comitiva, siempre hábilmente guiados por Aina (que iba en camisón, cómo no) hasta una plaza que también estaba abarrotada. Nos asomamos a una casa junto a la plaza, que es de unos amigos de los padres de Aina, y al poco tiempo amablemente nos invitaron a usar su balcón para ver la siguiente batalla en la plaza, que para ese momento estaba llena de moros rugientes y arengantes, esperando la llegada de los cristianos.

Subimos al balcón, entre el estruendo de escopetas de verdad, que hacían un eco terrible en la plaza de piedra, unas explosiones que ponían los pelos de punta. Sobre todo las más grandes, tan aparatosas que tenían que ser transportadas por dos personas a la vez y se apoyaban en una vara para mantener la verticalidad al disparar. Terrible el sonido, la verdad, como un trueno al lado de la oreja.

La vista desde el balcón era impresionante (si miráis la foto, el balcón es el que se ve al fondo, así que hacéos una idea), se veía perfectamente, y de repente el volumen de los gritos y las arengas se elevó. Joan Mas emergía de entre la multitud, llevado casi en volandas por varios cristianos y algunos de los representantes del Ajuntament Vell (con sombreros de tres picos y casacas negras) y metiéndolo en la misma casa donde estábamos nosotros. Detrás, entró Dragut. Aina me contó que había una costumbre ya antigua de que en esa casa se les dejaba sentarse y beber un momento antes del enfrentamiento siguiente, y para ello ya estaba abierto el pozo y preparados agua y vasos. La gente de la casa se hace a un lado y aprovechan para participar de la historia. Salieron, un minuto más tarde, y tuvo lugar el enfrentamiento en que los colores y alfanjes de los moros fueron brutalmente empujados y sustituidos por el blanco y los gigantescos palos de los cristianos.

Más tarde venía una recreación de una batalla a campo abierto, pero teníamos los pies tan destrozados que sólo nos acercamos al actual campo de fútbol para ver entrar a los moros. Nos echamos en la hierba de fuera y disfrutamos de los sonidos de la batalla. Sólo nos restaba volver a la plaza, entrar en la iglesia, y ver cómo el pueblo cristiano ofrecía la bandera ya derrotada a Nuestra Señora de los Ángeles, la patrona de Pollença, cantando el Te Deum y el himno a la patrona. Toso esto lo vimos sentados en una de las capillas de la iglesia, donde amablemente se habían dispuesto taburetes de tela, y hasta un ventilador para cada capilla, un detallazo teniendo en cuenta el calor que hacía.

Y, como fin de fiesta, salir a la plaza y cantar el Visca Pollença :)

Os dejo con algunas de las fotos que sacó Aina el fin de semana pasado.


Vista desde el balcón de la segunda batalla.


Viendo desde el balcón cómo entran a Joan Mas los representantes del Antiguo Ayuntamiento en la casa donde estábamos.

Aina, vestida de pollençina nocturna, y Biel, mis anfitriones :)


Dragut, entrando al campo de batalla.
Findûriel, desde Mallorca.
PD: Huelga decir que a esta fiesta no hay que ir ni con tacones, ni con las mejores galas. Acabas reventado, sudado, manchado con pintura, con sudor de muchos otros cuerpos, con polvo y hierbas, y con mesclat como te descuides.

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