Posted by Findûriel in | 14.3.07 No comments


Sigo citando. Los exámenes me tienen las neuronas enfiladas como soldaditos hacia el Passé Composé.
El principio del libro que cito a continuación ha sido uno de los inspiradores del título de este blog. Es el primero de la tetralogía de John Fante, y se titula "Espera a la primavera, Bandini". Es un libro de muy recomendada lectura, y reto a que leáis estas primeras líneas, y ver qué os hacen en las tripas. Añado: viva el realismo sucio norteamericano!

Avanzaba dando puntapiés a la espesa capa de nieve. Hombre asqueado a la vista. Se llamaba Svevo Bandini y vivía en esa misma calle, tres manzanas más abajo. Tenía frío y agujeros en los zapatos. Por la mañana había tapado los agujeros por dentro con el cartón de una caja de macarrones. Los macarrones no los había pagado. Se había acordado mientras metía en los zapatos los trozos de cartón. (...)

No había momento en que aquella nieve hermosa no lo torturase. No comprendía aún por qué no había emigrado a California. Pero permanecía en Colorado, entre las nieves profundas, porque ya era demasiado tarde. La nieve blanca y hermosa era como la mujer blanca y hermosa de Svevo Bandini, muy blanca, muy fértil, que yacía en la cama blanca de una casa situada calle arriba. Walnut Street número 456, Rocklin, Colorado.

El aire frío le humedeció los ojos. Eran castaños, eran dulces, eran ojos de mujer. Le había quitado los ojos a su madre al nacer, ya que después del nacimiento de Svevo Bandini, la madre no había vuelto a ser la misma, achacosa siempre, siempre con expresión de enferma después del parto, hasta que murió, y a Svevo le tocó tener ojos castaños y dulces.

Setenta kilos pesaba Svevo Bandini y tenía un hijo llamado Arturo que disfrutaba acariciándole los hombros musculosos y palpándole las culebras que le corrían por dentro. Era hombre apuesto Svevo Bandini, todo músculo, y su mujer, que se llamaba María, en cuanto pensaba en los músculos de los riñones del marido, el cuerpo y el espíritu se le derretían como nieve de primavera. Era muy blanca esta María y mirarla era verla a través de una finísima capa de aceite.

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