- Buenas noches a todos - dijo el granjero Maggot -. Ha sido un extraño día, y no me equivoco. Pero todo está bien cuando termina bien. Aunque quizá no podamos decirlo hasta que estemos de vuelta en casa. No negaré que me sentiré feliz entonces.
Encendió los faroles y se levantó. De pronto sacó de debajo del asiento una canasta grande.
- Casi lo olvidaba - dijo -. La señora Maggot lo preparó para el señor Bolsón, con sus recuerdos.
Tendió la canasta y se alejó, seguido por un coro de gracias y buenas noches.
Los hobbits se quedaron mirando los cálidos halos de la luz de los faroles, que se perdían en la noche brumosa. De repente, Frodo se echó a reír; de la canasta cubierta que tenía en las manos subía un olor a hongos.
(El Señor de los Anillos, 'Un atajo hacia los hongos')
Pues eso mismo es lo que azota mi nariz en este momento: un delicioso olor a componentes del reino funghi, en concreto, de nícalos.
Lactarius deliciosus es su nombre científico. Lactarius, porque sueltan una especie de líquido lechoso de color naranja cuando los cortas. Deliciosus... bueno, es obvio...
En este caso, desgraciadamente, no los he recogido yo. Los horarios de prácticas me impiden ir a coger setas, mi afición de temporada favorita. Bien es verdad que me encanta recoger otro tipo de cosas en el campo, y en otras épocas (zarzamoras, tomillo, perifollos, berros, té de roca, romero, poleo...), pero lo que más me gusta es buscar hongos y setas. Llevo haciéndolo desde que tengo uso de razón.
Cuando éramos pequeñitos, normalmente de los nícalos y los hongos se ocupaba mi padre y los hijos mayores que hubiese capaces de internarse un poco en el bosque con él, mientras mi madre se quedaba sentada con los peques en un corrillo de brujas de pucheretes, cortándolos con unas tijeras para que los peques los metieran en una cesta. Entrañable a más no poder.
Pero una vez que todos fuimos capaces de caminar bastante, nos íbamos a la caza sobre todo del nícalo. Yo he heredado el gen Navares (mi quinto apellido), que a los privilegiados nos capacita para:
1. saber, con sólo oler el bosque con la ventanilla bajada, si hay hongos o no.
2. saber, con sólo bajar el pie del coche, si la esponjosidad de la tierra es la óptima.
3. hallar los nícalos escondidos, es decir, distinguir entre los millones de bultitos de tierra del bosque aquellos que tienen un algo, un je ne sais pas, que te dice que ahí debajo hay un nícalo. Posibilidad de error: cero. Un sabueso Navares es impagable para la búsqueda de la parentela de los nícalos más rebeldes.
Mi hermano Aitor dice que eso no es normal, que tengo un enano contratado que me los va poniendo debajo de los montoncitos.
4. oler a una distancia de cinco metros un boletus edulis.
Cotizada a más no poder, he llegado a coger cestas enteras en años en que nadie cogía nada. Completamente demostrable. Eso sí, siempre respetando al máximo los lugares donde se coge, usando cesta y tapando lo revuelto. Así es como nos educaron nuestros padres desde bien chiquititos.
La verdad es que me gusta más cogerlos que comerlos, tienen un sabor demasiado fuerte como para hacerse habitual de ellos. Me gustan sobre todo a la brasa/plancha o con huevos duros (yummy!)¿Que dónde cojo nícalos? Como buena setera, soy una tumba :)
Pero la perla negra del bosque son los boletus edulis. Cada vez más escasos pero teriblemente deliciosos. Dejemos a los restaurantes con sus boletus areata (el 90% de los boletus que te ofrecen en los platos hipercaros son areata), y tomemos el dulce néctar de los funghi: su carne prieta y jugosa; su sabor a tierra, campo y fertilidad; su olor increíble y penetrante... arghhhhfs (insertar rostro de Findûs babeando cual Homer)...
Quedáis invitados, seteros de la red, a compartir con Findûriel la pasión por los funghi. Cojo seta de cardo, seta de pezón azul, carbonera, nícalo (el blanco no), boletus, de pie violeta, pucherete (hay que coger mucho, porque se queda en ná) y a veces hasta celdilla, aunque esta última no la comemos y se vende carísima.
Findûriel... ¿se puede ser algo que no sea hobbit con estos gustos?
Encendió los faroles y se levantó. De pronto sacó de debajo del asiento una canasta grande.
- Casi lo olvidaba - dijo -. La señora Maggot lo preparó para el señor Bolsón, con sus recuerdos.
Tendió la canasta y se alejó, seguido por un coro de gracias y buenas noches.
Los hobbits se quedaron mirando los cálidos halos de la luz de los faroles, que se perdían en la noche brumosa. De repente, Frodo se echó a reír; de la canasta cubierta que tenía en las manos subía un olor a hongos.
(El Señor de los Anillos, 'Un atajo hacia los hongos')
Pues eso mismo es lo que azota mi nariz en este momento: un delicioso olor a componentes del reino funghi, en concreto, de nícalos.
Lactarius deliciosus es su nombre científico. Lactarius, porque sueltan una especie de líquido lechoso de color naranja cuando los cortas. Deliciosus... bueno, es obvio...
En este caso, desgraciadamente, no los he recogido yo. Los horarios de prácticas me impiden ir a coger setas, mi afición de temporada favorita. Bien es verdad que me encanta recoger otro tipo de cosas en el campo, y en otras épocas (zarzamoras, tomillo, perifollos, berros, té de roca, romero, poleo...), pero lo que más me gusta es buscar hongos y setas. Llevo haciéndolo desde que tengo uso de razón.
Cuando éramos pequeñitos, normalmente de los nícalos y los hongos se ocupaba mi padre y los hijos mayores que hubiese capaces de internarse un poco en el bosque con él, mientras mi madre se quedaba sentada con los peques en un corrillo de brujas de pucheretes, cortándolos con unas tijeras para que los peques los metieran en una cesta. Entrañable a más no poder.
Pero una vez que todos fuimos capaces de caminar bastante, nos íbamos a la caza sobre todo del nícalo. Yo he heredado el gen Navares (mi quinto apellido), que a los privilegiados nos capacita para:
1. saber, con sólo oler el bosque con la ventanilla bajada, si hay hongos o no.
2. saber, con sólo bajar el pie del coche, si la esponjosidad de la tierra es la óptima.
3. hallar los nícalos escondidos, es decir, distinguir entre los millones de bultitos de tierra del bosque aquellos que tienen un algo, un je ne sais pas, que te dice que ahí debajo hay un nícalo. Posibilidad de error: cero. Un sabueso Navares es impagable para la búsqueda de la parentela de los nícalos más rebeldes.
Mi hermano Aitor dice que eso no es normal, que tengo un enano contratado que me los va poniendo debajo de los montoncitos.
4. oler a una distancia de cinco metros un boletus edulis.
Cotizada a más no poder, he llegado a coger cestas enteras en años en que nadie cogía nada. Completamente demostrable. Eso sí, siempre respetando al máximo los lugares donde se coge, usando cesta y tapando lo revuelto. Así es como nos educaron nuestros padres desde bien chiquititos.
La verdad es que me gusta más cogerlos que comerlos, tienen un sabor demasiado fuerte como para hacerse habitual de ellos. Me gustan sobre todo a la brasa/plancha o con huevos duros (yummy!)¿Que dónde cojo nícalos? Como buena setera, soy una tumba :)
Pero la perla negra del bosque son los boletus edulis. Cada vez más escasos pero teriblemente deliciosos. Dejemos a los restaurantes con sus boletus areata (el 90% de los boletus que te ofrecen en los platos hipercaros son areata), y tomemos el dulce néctar de los funghi: su carne prieta y jugosa; su sabor a tierra, campo y fertilidad; su olor increíble y penetrante... arghhhhfs (insertar rostro de Findûs babeando cual Homer)...
Quedáis invitados, seteros de la red, a compartir con Findûriel la pasión por los funghi. Cojo seta de cardo, seta de pezón azul, carbonera, nícalo (el blanco no), boletus, de pie violeta, pucherete (hay que coger mucho, porque se queda en ná) y a veces hasta celdilla, aunque esta última no la comemos y se vende carísima.
Findûriel... ¿se puede ser algo que no sea hobbit con estos gustos?
1 comentarios:
jajaja nena, que te contraten por horas
reconozco que no sé apenas nada de setas (lo cual es raro ya que me encanta comerlas, como bien dices, ese sabor a tierra de los hongos me chifla) si me sacas de los perretxikos del norte jjejejeje
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