Han sido unos días de sufrir bastantes nervios, de adecuarme al ritmo habitual al principio a entusiasmarme con un nuevo proyecto al momento siguiente. De tomar decisiones.
En enero nos enteramos de que un hotel del Port buscaba nueva recepcionista. Con ganas de cambiar, de experimentar algo nuevo, envié enseguida el currículum bilingüe. Y no supimos nada más en todo el mes, y a lo largo de febrero me preparaba para volver a mi hotelito de una estrella, encaramado como una vigilante gaviota a las laderas del puerto. El hotelito de los clientes parlanchines, de las maravillosas vistas, de edificio antiguo y gruñón que de vez en cuando se nos ponía de morros. El que tan bien se ha portado conmigo en los momentos más difíciles.
Me marché a Segovia a ver a la familia. Fueron cinco días excelentes, rodeada de mis hermanos, compartiendo tiempo con mi madre y recibiendo los besos de mi padre antes de ir a dormir. Recuperé las noches con mi almohada, que mis padres aún guardan y que siempre me está esperando en casa cuando vuelvo. También pude ponerme al día de la boda del año mientras disfrutábamos engullendo los dos cerdos que, convenientemente sacrificados, nos sirvieron de alimento popular en el pueblo de mi cuñada.
Antiguos troncos de fresno junto al soto |
Además me llevaba una llamada: el hotel al que mandé el curriculum quería entrevistarme.
A la vuelta la casa se me comía, aunque menos que el año pasado. El despacho ha quedado precioso, todo ordenadito y con los libros adecuados en el orden perfecto. Los libros del curso de fantasía y ciencia ficción huelen a historias emocionantes. Acudí a la cita con esperanzas moderadas. Fue una entrevista muy interesante, y el hotel... el hotel es increíble. Me aseguraron que me contestarían el mismo día, pero debían estar muy ocupados y no supe nada más. Los nervios me podían... en el hotelito contaban conmigo, y odiaba la idea de dejarlos colgados con tan poco tiempo para encontrar a alguien, después de lo bien que se habían portado.
Al día siguiente, mientras negociaba el nuevo plan dental en el despacho del agente, recibí una llamada. Y me dijeron que sí, que me querían, que les diese las tallas de mi ropa para encargar el uniforme ya. Así que, después de dos días de training, esta tarde comienzo una nueva andadura.
Me da pena no volver al hotelito, en serio. Ya conozco el trabajo al milímetro, el edificio y sus rincones, a los clientes habituales, el programa informático, los recovecos del servicio. He estado muy a gusto durante mi tiempo allí, he trabajado muy duro y me he dejado las pestañas y las fuerzas en esa recepción. Pero es hora de cambiar. Es hora de ganar un día libre más a la semana (me va a parecer increíble tener una especie de 'fin de semana' entre semana para disfrutar y descansar con mi novio), ganar tiempo de comer con mi novio ¡cuatro! días a la semana (antes sólo podíamos compartir mañanas y sobremesas los sábados, y siempre teníamos compromisos con amigos o con la asociación), aprender cosas nuevas y centrar más mi actividad laboral. Aunque todo es nuevo para mí y he de aplicarme: nuevo programa informático, nuevas instalaciones, nuevos compañeros, nuevas actividades. Los mil y un detalles que requiere un hotel tengo que aprenderlos.
El hotel es una auténtica pasada. Los servicios de bar y restaurante pertenecen a la gestión central, pero no dependen de la recepción. Hay un pequeño spa en el piso inferior, así como una sala de máquinas de deporte. Sauna, baño turco, duchas ciclónicas. Una suite preciosa. Habitaciones con todas las prestaciones. Piscina al aire libre. Comedor de empleados, vestuario. No por nada tiene cuatro estrellas. Aunque no tiene unas vistas tan espectaculares como el Citric.
Así que, bueno, tendré que armarme de confianza para trabajar en semejante hotel. Tengo el cuaderno lleno de notas, etiquetas y post-it, y el cerebro lleno de datos. Hoy será mi primer día, y el director de recepción me acompañará en tutelaje. Mañana empiezo sola. Echaré mucho de menos a las niñas del Citric...
Recuerdo el vértigo que sentí el primer día de cada uno de mis trabajos: la primera vez que giraba la llave en cada iglesia, las vistas detrás de cada mostrador de información, el modo en que comencé sin ninguna orientación en el museo, la prisa que requirió el Citric... y, al poco tiempo, he ido haciendo de cada puesto mis pequeñas fortalezas, mi hogar en diminuto, mi modesto reino, el lugar donde ser laboriosa pero sin perder nunca el entusiasmo. Me he lanzado sin red a un contrato de prueba que espero se prorrogue. Pondré todo de mí para que sea así.
Deseadme suerte.
Findûriel
3 comentarios:
Te la deseo como cortesía porque la pides. Pero estoy convencido que para nada la necesitas, pues hay mucha Findûriel para éste y muchos otros retos.
Estoy segura de que te va a salir todo bien, o por lo menos es lo que yo te deseo!, pero por si hubiera inconvenientes te regalo una bolsita de suerte que llevarás en el bolsillo y que, en momento de necesidad, abras y cojas un poquito!. Un besote guapa!
Muchas suerte Findûriel, espero que te vaya todo muy bien, me ha parecido muy chulo el artículo. Está bien conocer experiencias de todo tipo, y la tuya es la de una persona que lucha por seguir mejorando y creciendo, algo que a muchas nos lo ponen complicado en tiempos como los actuales.
Que pases un buen día! :)
Judit.
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