Otra de mis colecciones absurdas es la de las Ofelias. No se trata de ninguna flor extraña, ni de nigún objeto estrafalario. Son textos que, a través de la historia de la literatura, han hablado del personaje Shakespeariano de Ofelia... Algunos fragmentos de los textos recogidos serían:
Inclinado a orillas de un arrollo, elévase un sauce (...) Allí se dirigió, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas y velloritas (...) Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre cuando una pérfida rama se desgajó y, junto con sus agrestes trofeos, vino a caer en el gimiente arrollo. A su alrededor se extendieron sus ropas y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas rondas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en su propio elemento. Mas no podía esto prolongarse mucho, y los vestidos cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos...
(William Shakespeare, Hamlet)
En las aguas profundas que acunan las estrellas
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio flota tan lentamente, recostada en sus velos...
Cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco, por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno...(...)
(Arthur Rimbaud)
(...) Y el cielo por la tarde era como humo oscuro
y mantuvo pendiente por la noche la luz con las estrellas.
Pero amaneció pronto, para que así también
siguiera habiendo para ella mañana y tarde.
Cuando su cuerpo pálido se pudrió ya en el agua,
sucedió (muy despacio) que Dios poquito a poco la olvidó:
primero el rostro, luego las manos y por último el pelo.
Entonces fue carroña en ríos llenos de carroña.
(Bertold Brecht)
(...) Granos. Sembrados. Y el rojo sudor en la mitad del día.
Los amarillos vientos de los campos duermen silenciosos.
Ofelia quiere dormir, un pájaro se acerca.
Le abrigan, blancas, las alas de los cisnes.
Los párpados azules sombrean dulcemente
y entre el aire que brilla en las guadañas
sueña en el carmesí de algún abrazo
sueño eterno en su eterna sepultura. (...)
(Georg Heym)
La boca de una chica que había reposado largamente en un cañaveral
estaba muy roída.
Cuando se abrió el pecho, el esófago estaba muy agujereado.
Al final, en una glorieta debajo del diafragma
apareció un nido de ratas jóvenes.
Una de las pequeñuelas estaba muerta.
Las otras se nutrían de hígado y riñones,
bebían la sangre helada y habían
pasado allí una hermosa juventud.
Y hermosa y rápida les llegó también la muerte:
las tiraron a todas al agua.
¡Ah, cómo chillaban los tiernos hociquillos!
(Gottfried-Benn)
Inclinado a orillas de un arrollo, elévase un sauce (...) Allí se dirigió, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas y velloritas (...) Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre cuando una pérfida rama se desgajó y, junto con sus agrestes trofeos, vino a caer en el gimiente arrollo. A su alrededor se extendieron sus ropas y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas rondas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en su propio elemento. Mas no podía esto prolongarse mucho, y los vestidos cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos...
(William Shakespeare, Hamlet)
En las aguas profundas que acunan las estrellas
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio flota tan lentamente, recostada en sus velos...
Cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco, por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno...(...)
(Arthur Rimbaud)
(...) Y el cielo por la tarde era como humo oscuro
y mantuvo pendiente por la noche la luz con las estrellas.
Pero amaneció pronto, para que así también
siguiera habiendo para ella mañana y tarde.
Cuando su cuerpo pálido se pudrió ya en el agua,
sucedió (muy despacio) que Dios poquito a poco la olvidó:
primero el rostro, luego las manos y por último el pelo.
Entonces fue carroña en ríos llenos de carroña.
(Bertold Brecht)
(...) Granos. Sembrados. Y el rojo sudor en la mitad del día.
Los amarillos vientos de los campos duermen silenciosos.
Ofelia quiere dormir, un pájaro se acerca.
Le abrigan, blancas, las alas de los cisnes.
Los párpados azules sombrean dulcemente
y entre el aire que brilla en las guadañas
sueña en el carmesí de algún abrazo
sueño eterno en su eterna sepultura. (...)
(Georg Heym)
La boca de una chica que había reposado largamente en un cañaveral
estaba muy roída.
Cuando se abrió el pecho, el esófago estaba muy agujereado.
Al final, en una glorieta debajo del diafragma
apareció un nido de ratas jóvenes.
Una de las pequeñuelas estaba muerta.
Las otras se nutrían de hígado y riñones,
bebían la sangre helada y habían
pasado allí una hermosa juventud.
Y hermosa y rápida les llegó también la muerte:
las tiraron a todas al agua.
¡Ah, cómo chillaban los tiernos hociquillos!
(Gottfried-Benn)
5 comentarios:
A mí el personaje de Ofelia siempre me hace recordar un libro de Maria Gripe: Aquellas blancas sombras en el bosque, uno de esos libros de juventud que habré leído muchas veces, y que siempre me encantó. A pesar de que hay muchas referencias a Ofelia en el libro, te copio la que creo recordar más significativa:
Era la pintura de la que había hablado –la muerte de Ofelia–, y que temía que su padre hubiera destruido.
Amalia también la había mencionado cuando nos habló de la muerte de Lydia. La habían tomado como un presagio. A través de esta pintura Lydia había pronosticado lo que le iba a ocurrir, había pintado su propia muerte.
Tenía que ser atroz para Rosilda contemplar esa pintura después de tantos años. Era como revivir aquel hecho terrible. Pero había insistido obstinadamente en buscarla; a toda costa quería verla. A mí no me asustó: me había encontrado con motivos parecidos en libros de arte que tenía en mi casa. Ofelia yacía en el agua, justo en la orilla. Estaba tendida de espaldas con sus ojos muertos completamente abiertos, los labios ligeramente separados, como si acabara de exhalar su último suspiro.
Destacaba su frente ancha y perfecta; su pelo flotaba en mechones rojos alrededor de la cabeza, como si brotara la sangre a borbotones: una visión hermosa y horrenda a la vez. Su vestido era blanco, salpicado de flores silvestres, como si acabara de atravesar por un prado un día de verano y las flores se hubiesen enredado en su falda.
La orilla estaba cubierta de un verdor abundante, intenso, como un cielo verde tachonado de lirios y rosas blancas. En el agua, alrededor de la ahogada, flotaban nenúfares blancos sobre un lecho de algas verdes.
Reconocí la orilla, que permanecía invariable: Lydia había pintado un trecho de la ribera, no lejos de la casa de Axel Torsson. Pero lo que me causó mayor impresión fueron las manos de Ofelia. Los brazos estaban sumergidos en el agua hasta un poco por debajo del codo, pero después se alargaban hacia arriba, de modo que las delgadas muñecas y las palmas de las manos, vueltas hacia arriba, se alzaban hacia el contemplador de manera desamparada y suplicante. Estas manos con sus delgados dedos parece que imploraban misericordia. De una de las manos se desprendía, para caer en el agua, un ramo de rosas blancas.
Lo terrible era que había un ligero parecido entre Rosilda y la Ofelia muerta, lo cual no era tan extraño, puesto que su madre se había pintado a sí misma, y se decía que Rosilda se le parecía mucho. Al menos tenían algo en común: el cabello pelirrojo.
La pintura estaba encuadrada en un marco oscuro. Al dorso figuraba escrito: "Ofelia, muerta en el agua, va a reunirse con los nenúfares y las estrellas sumergidas. Pintado en julio de 1893 por Lydia Falck af Sienstierna."
¡Me mola tu colección! Y sobre el bueno de Chewbacca, haz de tu capa un sayo y píllalo sin remordimientos.
ay, me has dado en to'l bebe con este personaje, aunque en general toda la obra es magnífica. Is the winter of our discontent!!
la mooooooooooo (tu kôhai)
PD: Que alegría me ha dado el comment de Marta, no sabía que ella también leía a María Gripe (la mejor escritora de mi juventud, junto con Christine Nöstlinger).
Los escarabajos vuelan al atardecer, Mo, ¡qué gran libro! Me lo prestó una amiga más de una y más de dos veces, que por aquel entonces yo dependía exclusivamente de bibliotecas y préstamos para nutrir mi hambre lectora. Y, además, siempre pensé que Maria Gripe era española! Me llevé una desilusión cuando me enteré de que era sueca ;)
Joer, no me sonaba a mí la tal Christine Nöstlinger, hasta que he buscado en google y he visto que escribió los libros de Susi y Paul, en El Barco de Vapor... qué gran libro, el de los diarios de Susi y Paul, que tenía dos portadas y tenías que darle la vuelta para leer un diario u otro... ains, qué tiempos... ¿los niños de ahora seguirán leyendo estos libros, o están demasiado idiotizados con las videoconsolas?
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