Pero qué grima, por Eru...
De vez en cuando te cruzas con uno. Parecen una raza aparte. Desde el primer momento en que intercambias una palabra con él, sabes que es uno de ellos. Lo peor es cuando no puedes huír, por mucho que lo desees, porque el deber te ata temporalmente a aguantarlo.
El primer comentario suele llevar palabras como 'morenaaa' o 'preciosaaa' acompañadas de repugnantes caídas de ojos. Y eso que voy tapada como una puñetera seglar, que si llevase menos ropa, no sé qué sería de mí. Si es que me falta el rosario para parecer una monja, leñe.
Más tarde intenta tocarte, aunque sea con el hombro, o rozarte al pasar por las puertas... kimochiwarui... si es que se me ponen los pelos como escarpias sólo de recordarlo... yo, que no aguanto que nadie desconocido y menos de esa calaña se me refrote en las puertas y los pasillos...
Y lo peor es cuando te lo encuentras día tras día en el autobús urbano, y parece que entra detrás de ti aposta, para sentarse a tu lado, porque casualmente no hay nadie sentado solo para que su silenciosa compañía te libere del baboso. Y ni hablar de quedarte de pie, porque parece que está esperando los baches, el muy anormal, con los ojos fijos en ti.
Bueno, suspiras y te sientas, hoy no está en la parada. Pero está en la siguiente. Me cago en la leche que mamó Beethoven... sube y se sienta a tu lado. Piensas en comprarte un maniquí, como Bukowski, y sentártelo al lado en el bus. Te calzas el MP3 y te aíslas del mundo.
Pero lo que no aguanto, lo que me hace escalar la náusea por el esófago, es cuando se hace el dormido y te apoya la cabeza en el hombro aprovechando una curva. ¡WAAAAAAGH! ¡NO PUEDO CON ESO! Cualquiera que lo haya intentado de mis conocidos habrá sufrido mi famoso gruñido borde '¡no te me acurruques!' con los dedos y el ánimo crispados. Sólo permito a muy contadísimas personas, casi todas familia y mis mejores amigas, a quedarse recostadas en mi hombro. Me da una grima que te pasas. Por Eru, que alguien se lo lleve y le dé unos electroshocks...
Findûriel, hartita del pesado de las nueve y media de la mañana.
De vez en cuando te cruzas con uno. Parecen una raza aparte. Desde el primer momento en que intercambias una palabra con él, sabes que es uno de ellos. Lo peor es cuando no puedes huír, por mucho que lo desees, porque el deber te ata temporalmente a aguantarlo.
El primer comentario suele llevar palabras como 'morenaaa' o 'preciosaaa' acompañadas de repugnantes caídas de ojos. Y eso que voy tapada como una puñetera seglar, que si llevase menos ropa, no sé qué sería de mí. Si es que me falta el rosario para parecer una monja, leñe.
Más tarde intenta tocarte, aunque sea con el hombro, o rozarte al pasar por las puertas... kimochiwarui... si es que se me ponen los pelos como escarpias sólo de recordarlo... yo, que no aguanto que nadie desconocido y menos de esa calaña se me refrote en las puertas y los pasillos...
Y lo peor es cuando te lo encuentras día tras día en el autobús urbano, y parece que entra detrás de ti aposta, para sentarse a tu lado, porque casualmente no hay nadie sentado solo para que su silenciosa compañía te libere del baboso. Y ni hablar de quedarte de pie, porque parece que está esperando los baches, el muy anormal, con los ojos fijos en ti.
Bueno, suspiras y te sientas, hoy no está en la parada. Pero está en la siguiente. Me cago en la leche que mamó Beethoven... sube y se sienta a tu lado. Piensas en comprarte un maniquí, como Bukowski, y sentártelo al lado en el bus. Te calzas el MP3 y te aíslas del mundo.
Pero lo que no aguanto, lo que me hace escalar la náusea por el esófago, es cuando se hace el dormido y te apoya la cabeza en el hombro aprovechando una curva. ¡WAAAAAAGH! ¡NO PUEDO CON ESO! Cualquiera que lo haya intentado de mis conocidos habrá sufrido mi famoso gruñido borde '¡no te me acurruques!' con los dedos y el ánimo crispados. Sólo permito a muy contadísimas personas, casi todas familia y mis mejores amigas, a quedarse recostadas en mi hombro. Me da una grima que te pasas. Por Eru, que alguien se lo lleve y le dé unos electroshocks...
Findûriel, hartita del pesado de las nueve y media de la mañana.
4 comentarios:
Mátalo, pero que parezca un accidente. La sociedad no pierde nada.
Y que sea antes de que vaya al Diario de Patricia para pedirte en matrimonio ^_^U
A mi me pasó algo parecido con un baboso que me cruzaba todos los días en el bus cuando cuidaba a mi sobrinito...
Al final captó la indirecta de mis miradas asesinas y bufidos gatunos varios.
Y menos mal, porque de tanto "practicar" la mirada de la muerte, los rayos láser a lo Cíclope estaban a punto de brotar de mis pupilas, jejejeje!
Ánimo, que tú puedes con él. Sáca las uñas, y con ellas, sus ojos!
Un abrazoooo!
aaaaarrggghhhh!!!!!!
por dior!!! pero es que cualquiera que se me recueste en el bus se llevará un empujón de mi parte!! aunque sea una señora de 70 años!!! ¿pero a quién se le ocurreeee????? y lo peor es que tampoco te puedes poner borde porque realmente no han hecho nada malo. PUAGH!!! son los peores. Patéticoooorrrrlllllll
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