Apartada, solitaria, estaba la jaula de la paloma azul. Había pasado un año desde la última vez que la viera Prisca. Un año larguísimo porque sucedieron muchas cosas a partir del día en que ella, por salvar la vida de la zurita, se enfrentó al Primer Director.
Había pasado un año y, sin embargo, en el acto la reconoció. Parecía dormida, la cabeza casi escondida entre el fino plumaje del cuello, indiferente a todo, incluso a los vencejos que se atrevían a robarle granos de su propio comedero. ¡Qué distinta de cuando jugaban al escondite inglés!
Todo sucedió muy rápido. Prisca se acercó a la jaula y moduló gorgoritos, como cuando la arrullaba sobre su hombro. La paloma azul se irguió en el acto, mirando para un lado y para otro pero sin poder ver nada porque estaba ciega. Contestó con otro gorjeo, especial y amoroso, y a Prisca se le saltaron las lágrimas.
Prisca quiso meter un dedo dentro de la jaula para acariciarle el plumón fino y suave, pero los barrotes estaban muy juntos y no pudo. Tanteó la jaula y abrió la puertecilla. Metió la mano, cogió suavemente a la paloma azul y se la llevó al pecho. Pensó que el otoño ya estaba encima, que la atarían de una pata para que sirviera de señuelo, y, de repente, sin saber bien lo que hacia, la lanzó hacia el cielo enrojecido, con todas sus fuerzas.
El cielo estaba enrojecido porque ya era la hora del crepúsculo...
(Jose Luis Olaizola, La paloma azul)
-Dedicado a Zidane y Pepe-
Findûriel, amando los animales con locura.
Había pasado un año y, sin embargo, en el acto la reconoció. Parecía dormida, la cabeza casi escondida entre el fino plumaje del cuello, indiferente a todo, incluso a los vencejos que se atrevían a robarle granos de su propio comedero. ¡Qué distinta de cuando jugaban al escondite inglés!
Todo sucedió muy rápido. Prisca se acercó a la jaula y moduló gorgoritos, como cuando la arrullaba sobre su hombro. La paloma azul se irguió en el acto, mirando para un lado y para otro pero sin poder ver nada porque estaba ciega. Contestó con otro gorjeo, especial y amoroso, y a Prisca se le saltaron las lágrimas.
Prisca quiso meter un dedo dentro de la jaula para acariciarle el plumón fino y suave, pero los barrotes estaban muy juntos y no pudo. Tanteó la jaula y abrió la puertecilla. Metió la mano, cogió suavemente a la paloma azul y se la llevó al pecho. Pensó que el otoño ya estaba encima, que la atarían de una pata para que sirviera de señuelo, y, de repente, sin saber bien lo que hacia, la lanzó hacia el cielo enrojecido, con todas sus fuerzas.
El cielo estaba enrojecido porque ya era la hora del crepúsculo...
(Jose Luis Olaizola, La paloma azul)
-Dedicado a Zidane y Pepe-
Findûriel, amando los animales con locura.
2 comentarios:
Gracias
este libro me encanta!! es la primera persona que conozco que habla de él jejeje
Publicar un comentario