El escritor se enfrenta a la hoja en blanco. Afila los lápices con milimétrica exactitud, moja la punta de la pluma y sacude levemente el exceso en el secante, alisa la hoja (no demasiado delgada ni demasiado gruesa) con el borde de la mano que sujeta la pluma una, dos veces. La luz le viene por la izquierda, y tiene una plantita en el alféizar de la ventana. El clima es agradable, ni frío ni calor. Y no se oye más que el susurro del viento en el jardín.
Pero… ‘Maldición…’
Deja la pluma en la mesa y se frota los ojos con las puntas de los dedos fríos. Parece que hoy no es su día.
Desde la casa le llegan las risas de sus hijos, lejanas, casi inexistentes. Parece que están jugando a indios y vaqueros de nuevo, tal y como hiciera él cuando aún le restaba inocencia. Se levanta y despega del cristal un mapa para intentar tener más luz. Quizá más claridad en la estancia le dé más claridad de ideas a la hora de enfrentarse con su gigante, aquel en el que lleva trabajando toda una vida.
De vuelta a la mesa, tropieza con algo que le hace trastabillar. Lo recoge de debajo del escritorio, y le sacude la tierra y las pelusas. Se sienta en su silla que gime, mientras trata de alisar con palmadas la chaqueta arrugada del sucio amiguito.
- Vaya, así que estás aquí…
Tiene en la nariz una mancha negra, los ojos sin brillo y la pluma del sombrero torcida. El escritor se ríe, recordando el día en que lo rescató nada menos que del retrete. Lo sienta apoyado en el tintero, corrigiendo su postura con manos confiadas, y el muñeco le devuelve la sonrisa cosida de la despreocupación.
‘Es una sonrisa estúpida’. Casi le parece oír las palabras airadas de su pequeño, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Pero a él le gustó. Tiene un aire extraño, piensa, remoto, de personaje de cuento, como aquellos títeres que…
Se detiene. Una luz se ha encendido en su imaginación, y no se la debe al cristal polvoriento por el que entra el verdor del jardín. Se la debe a aquel monigote que… sí, ¿por qué no? Puede convertirse en un héroe…
Pero… ‘Maldición…’
Deja la pluma en la mesa y se frota los ojos con las puntas de los dedos fríos. Parece que hoy no es su día.
Desde la casa le llegan las risas de sus hijos, lejanas, casi inexistentes. Parece que están jugando a indios y vaqueros de nuevo, tal y como hiciera él cuando aún le restaba inocencia. Se levanta y despega del cristal un mapa para intentar tener más luz. Quizá más claridad en la estancia le dé más claridad de ideas a la hora de enfrentarse con su gigante, aquel en el que lleva trabajando toda una vida.
De vuelta a la mesa, tropieza con algo que le hace trastabillar. Lo recoge de debajo del escritorio, y le sacude la tierra y las pelusas. Se sienta en su silla que gime, mientras trata de alisar con palmadas la chaqueta arrugada del sucio amiguito.
- Vaya, así que estás aquí…
Tiene en la nariz una mancha negra, los ojos sin brillo y la pluma del sombrero torcida. El escritor se ríe, recordando el día en que lo rescató nada menos que del retrete. Lo sienta apoyado en el tintero, corrigiendo su postura con manos confiadas, y el muñeco le devuelve la sonrisa cosida de la despreocupación.
‘Es una sonrisa estúpida’. Casi le parece oír las palabras airadas de su pequeño, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Pero a él le gustó. Tiene un aire extraño, piensa, remoto, de personaje de cuento, como aquellos títeres que…
Se detiene. Una luz se ha encendido en su imaginación, y no se la debe al cristal polvoriento por el que entra el verdor del jardín. Se la debe a aquel monigote que… sí, ¿por qué no? Puede convertirse en un héroe…
3 comentarios:
Jejejeje... ¿de qué me sonará? ;)
Sigo diciendo lo mismo que te dije no hace demasiado: me gusta. Y me encanta que lo hayas posteado, para que pueda disfrutarlo todo el que te lea :)
Que ya sólo te queda un díaaaaaa ;) Tendrás noticias mías o algo (y no es una amenaza jejeje)
¡Qué chulo! Cómo escribes niña :O ¡Cuando seas famosa, quiero un autógrafo!!
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