De noche, muy
blanquecinos, discretos
muy silenciosamente
nuestros pies, nuestras narices
captan la tierra,
adquieren el aire.
Nadie nos ve,
nos para, nos traiciona;
los pequeños granos se abren paso.
Suaves puños insisten en
apartar las púas,
la cama de hojas,
incluso la alfombra.
Nuestros martillos, nuestros arietes,
sin orejas ni ojos,
perfectamente mudos,
agrandan las grietas,
sondean a través de agujeros. Nosotros
comemos agua,
migas de sombra,
suavemente, preguntando
un poco o nada.
Cuántos somos ¡Cuántos somos!
Somos estantes, somos
mesas, somos dóciles,
somos comestibles,
entrometidos,
involuntarios,
nuestros ser se multiplica:
por la mañana
heredaremos la tierra.
Nuestro pie está en tu puerta.
(Sylvia Plath)
Findûriel. Adoro la cadencia, el movimiento lento y pausado, la amenaza escondida, la paciencia intrínseca de este poema. Y adoro a Sylvia.
2 comentarios:
Precioso!!!
Sí, sí, el mundo será suyo, pero hoy me he comido unas espirales de pasta con champiñones que te mueres, y a mí todavía no me ha comido un solo champiñón.
XDDD Te imagino perseguida por un champiñón gigante, cual protagonista de peli de terror serie Z de los 60.
Qué bonito el poema ^_^
Publicar un comentario