Posted by Findûriel in | 31.10.12 1 comment
Fue un pestañeo. Un parpadeo largo y doloroso, un vacío, una agónica apnea. Y luego ya no estabas más.

Pero gritaste en tu vida tan alto y tan fuerte, con una voz tan clara y hermosa, que sigo encontrando tus ecos escondidos en el devenir de la historia. Un guiño aquí, una incógnita media sonrisa allá, una foto, una referencia, una reposición, un retazo musical. Y me arrastras hacia ti, haciendo que me broten las flores de la sonrisa o los remolinos de la fascinación.

Siempre tú, siempre allí. Como todos los años estás presente. Así que llueve, susurra en la brisa o germina bajo los árboles. Tu recuerdo siempre me encuentra, como un pulso que late conmigo.


Posted by Findûriel in , , , | 30.10.12 4 comments
Hace una semana fue mi cumpleaños. El primer cumpleaños que paso en la isla. El fin de semana fue como cualquier otro, con cena con los amigos y reunión de smial. Andaba bastante pachuchilla por la morriña por mi familia, y porque vi que no iba a ser nada especial, aunque los cumpleaños siempre lo sean... recibí un regalazo por parte de mi prima hecho por una amiga artesana amiga mía, de manos de oro y bayas de plata. Podéis ver su blog y curiosear en sus criaturas a la venta, aquí.

¡Mini Findûs!

Al final resultó muy especial por tres sorpresas que me esperaban agazapadas detrás de la esquina. La primera, por parte de mis compañeras de trabajo (y el cocinero), que me sacaron una tarta con velitas y todo después de la comida. La segunda, mis padres, que se presentaron en la puerta de casa de repente, desde Segovia, para compartir conmigo desde el día de mi cumpleaños hasta la noche de San Frutos. Me hicieron volver a casa en mente y alma, los días que más lo necesitaba, y disfruté con ellos esos días de lo cotidiano y lo extraordinario.

La tercera sorpresa fue... realmente inesperada, y profundamente hermosa. Sin casi darme tiempo desde la llegada de mis padres, que ya me tenía en shock, mi novio entró por la puerta llevando en las manos una jaula.

El mismo novio que se aparta cuando cualquier animal se le acerca. Sea un chihuahua, un gato o un pájaro. El mismo que no está acostumbrado ni siquiera al canto de un canario. El que se aparta con miedo, con rechazo, de un perrito que se acerca a olerlo.

Me traía a Courtney.


Hace años tuve una cobaya, a la que quise mucho. Se llamaba Judy. Murió a los tres años de tenerla. Judy era una cobaya excelente, aunque con malos hábitos que arrastraba de un maltrato en su casa anterior. Básicamente, vivía en un garaje porque a la mamá de su dueña 'no le gustaban las ratas'.
Mostraba comportamiento obsesivo, déficit de atención, y unos problemas dietéticos bastante severos. Creo que el tiempo que pasó conmigo fue todo lo feliz que pudo, reconocía mi voz y me llamaba cuando llegaba a casa. Se dormía en mi regazo enseguida.

Courtney es mucho más pequeña, y todo un enigma, un folio en blanco preparado para ser escrito pero con las instrucciones ocultas en tinta invisible. Tiene dos meses, y es una cobaya texel, estoy deseando ver el aspecto que tiene su ingobernable melena cuando crezca un poco. Me cabe en el hueco de las dos manos, pero es un alma inquieta y bastante rebelde.

Con ella he comenzado con paciencia y además con buenos hábitos. Come heno y pienso, principalmente, y estoy introduciendo verduras poco a poco. En grupos de dos, para poder saber qué le gusta y, además, si algo le sienta mal. Por ahora devora el pimiento verde y el pepino, roe el calabacín, y no le hace demasiado caso a los canónigos, la rúcula o el pimiento rojo. Mañana probaremos las espinacas, y volveremos a intentarlo con la zanahoria. Los días de la fruta serán el miércoles y el domingo, dado que sólo puede tomarla dos veces a la semana por su alto contenido en azúcar.

Le gusta mucho acurrucarse en la capucha de mi pijama, y esconderse en el trapito que le he puesto en la jaula a modo de hamaca (aunque sólo se lo pongo por la noche, para que no esté todo el rato oculta y socialice). También le gusta que la suelte en algún parque improvisado, la manzana (¡cómo la devora!) y el heno fresco. Se deja coger con facilidad, y no muerde. Sólo me mordisquea el jersey cuando la tengo encima y quiere que la devuelva a la jaula, normalmente lo pide para hacer sus necesidades.

Ya nos pide atención de vez en cuando, deja de estar tan asustada (aunque le gusta mucho correr y esconderse, instinto natural de presa) e incluso tolera que estemos cerca cuando come. Me espera por la mañana y por la noche para que le ponga sus ensaladas, y se vuelve loca por el heno fresco. Ayer, incluso, hizo su primer popcorning, y me alegró un día bastante cansado.

Es maravilloso tener de nuevo una mascota en casa, creo que paliará mucho la ausencia de Chester y Cuco. No paro de pensar en cosas que fabricarle, comida que comprarle o cositas que conseguirle (una henera exterior, un champú en seco, un túnel de heno...). Pero lo mejor de todo no es eso.


Lo mejor de todo es estar tumbada en el sofá, con ella en mi pecho medio dormida, y que surja de la nada la amable mano de mi novio y le dedique unos mimos. Lo mejor es escucharlo hablar por la mañana, mientras se pone los zapatos en la sala antes de ir a trabajar, y que le esté diciendo cosas a ella. Lo mejor es que se acerque, curioso, a ver cada nueva travesura o avance que le cuento sobre Courtney.
Lo mejor es poder compartirlo con él. Con la persona que no siente un apego especial por las mascotas, con la persona que no necesita ese especial afecto y consuelo que nuestros animales nos prestan. Con él, que lo hace por mí, y que lo hace con sinceridad, sin forzarlo, sin sentirse obligado.

Mientras, aprendemos cosas de la enana cada día, mientras nos demuestra sin cesar que es como sus bigotes: ingobernable.



Posted by Findûriel in , | 7.10.12 2 comments
Una canción que cantábamos de pequeños en parvulitos... recuerdo que en esta época hacíamos bolitas de papel de cebolla, en marrones y naranjas, y pegábamos con cola blanca las escamas crujientes de una naranja, o las olas susurrantes de una hoja caduca.

Siempre ha sido mi estación favorita, por muchas cosas.

Las castañas asadas con las que nos calentamos las manos, las hojas secas (me encanta pisar hojas secas), los bosques húmedos mientras buscamos setas, el olor de la tierra mojada y los verdes vivos entre la bruma.


Torrent des Pareis, tajando el paisaje

La noche que llega suavemente, el frescor de la mañana, las primeras chimeneas que se encienden e inundan el aire con los aromas de la salvia y el pino. La lentitud, la pereza, el adormecimiento de la naturaleza a nuestro alrededor. Los primeros jerseys suavecitos y cálidos, sentarse a bordar junto a la ventana, o a leer al lado de la cocina.


Hace un par de fines de semana nos fuimos a Palma, al castillo de Bellver, a un evento muy especial. La gente de ABABS (Asociación balear de amigos de las Bandas Sonoras), donde tenemos un par de amigos, organizaban el primer concierto monográfico de Bandas Sonoras. La Sinfónica de Palma, dirigida por Arturo Díez Boskovich (que nos estrenó dos de sus composiciones en bandas sonoras) hizo un espléndido homenaje a John Williams con un recorrido magistral por algunas de sus piezas más conocidas.
Mágico por el lugar, la música, la compañía, el clima... fue una noche más que memorable.


El paseo nocturno por Palma, después de la reunión de smial del sábado de la semana pasada, reveló un buen puñado de curiosidades. Oficios antiguos, placas de la Judería, ensaladas deliciosas, postres en conflicto...


Sigo echando de menos a los animales de mi casa en Segovia. Los gaturros de la calle me consuelan un poco esa ausencia, así como los ocasionales encuentros con los perros y gatos de mis amigos.


Últimamente ocupo casi todo mi tiempo libre en descansar. Aún no terminamos la temporada, pero aunque se supone que 'esto baja en octubre', no está siendo así. Seguimos con el mismo nivel de exigencias y el mismo volumen de trabajo. Y con menos personal. Así que estamos necesitados de bastante relax cuando por fin llegamos a casa.


Uno de los mejores días, sin duda, desde que estoy en la isla. El domingo pasado Aina nos preparó una excursión calmadita y hermosa por las montañas. Vivo rodeada de ellas, pero de vez en cuando subir arriba me inunda, si cabe, de aún más paz. Aprovechando la visita de mi prima y su novio subimos, bien apretaditos en el coche de Aina, por la Sierra de la Tramuntana. Yo ya la conocí cuando aún no era Patrimonio de la Humanidad, y creo que valoré su belleza como uno de los parajes naturales más hermosos que he tenido la suerte de pisar.
Paramos en Ses Barques mientras esuchábamos frikadas con instrumentos de sardana, y nos pusimos como sopas. En el Gorg Blau nos hicimos unas fotos con la columna pretalayótica, aprovechando que la lluvia escampaba. Observamos la majestuosidad del Torrent des Pareis y las montañas que lo circundan, desde uno de los miradores más impresionantes de la isla. Comimos en Lluc, por fin probé la porcella. Apadrinamos unas tejas y visitamos la iglesia, vimos la talla de la Vírgen y la capilla de los beatos.


Me encontré por allí, inesperadamente, a mi paisano San Alonso Rodríguez. Una de las cosas que haré cuando terminemos la temporada será seguirle el rastro por la isla. También nos dimos un buen paseo por el museo del monasterio, donde encontré una hermosa keara de cerámica. Y terminamos en Lloseta, recogiendo la cazadora de mi prima y 'fent un pensament' bastante largo.


Y así es como transcurren las cosas en este lomo de quelonio, despacito, como el andar de un caracol montañés. Esperando, siempre esperando, de nuevo, a la primavera. Y en la espera está la vida.

Findûriel

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